Cuentos Breves: La Vieja Enza

Llegada la noche a San Juan Bautista, todo el pueblo quedaba en el completo silencio. La gente sentia miedo de salir siquiera hasta el patio de sus casas. Se decia que la italiana era un ser maquiavelico que con la entrada de la oscuridad se apoderaba del alma de todo aquel del que por lo menos llegase a ver su sombra.

San Juan Bautista era un pueblo en las altas montañas de los Andes venezolanos. Tenia cincuenta habitantes, todos conocidos, todos campesinos, creyentes fervientes de mandatos divinos, vehedores de fantasmas de ensueño. Los habitantes del pueblo sentian pánico de Enza, una miserable vieja venida de Italia y de quien se corrio el rumor era portadora de catastroficos anuncios. Dicho rumor retumbaba en cada rincon de aquel lugar olvidado y es que en medio de calles sin luz y en casas en iguales condiciones las sombras hacian de las suyas al compaz de la luz de la luna y la inmensa y densa tiniebla. Enza se gano aquella fama por haber dicho a una de las tantas mujeres que habitaban aquel desertico lugar que su hija moriría. La horrorosa vieja venia de un munda más civilizado y al ver a la hija de aquella mujer se percato que tenia los sintomas propios de una persona infectada con Peste Negra, vio en el tranvía que la tajo de tierras lejanas morir a unos cuantos de aquel mal. Habia pasado tres dias desde que Enza dio aquella predicción fatalista para que se cumpliera, para que se hiciera realidad. Los incredulos campesinos quedaron sin palabras, conmocionados, aislando a Enza en su caserón, o aislandose ellos mismos de ella por temor.

La casa donde Enza vivía era austera, inmensa, una mansión construida por un potentado de las época. Aquella vieja habia adquirido la propiedad en subasta poco antes de partir de Italia por allá en el año 1902. Enza tenía 70 años, era de piel clara , quebrada por las arrugas, de ojos verdes, caminaba encorbada y siempre andaba despeinada, mostrando sus canas en forma asquerosa. Habia huido de su país en busqueda de una nueva reputación. Era protituta, pero ya tan descompuesta como estaba pocos se atrevian a calmar sus placeres carnales en el cuerpo de esa mujer. Amasó una gran fortuna a la que buena utilidad le daría en estas tierras.

San Juan era como un pueblo fantasma, era maravillos peo con un misterio que llegaba a ser aterrador. El caseron de la italiana en medio de la oscuridad nocturna parecia el palacio de un vampiro de esos contados en las peliculas hollywoodenses. Era tan grande que Enza decidio alquilar las habitaciones a cuanto turista llegase a la zona, que eran pocos, y en demasía hombres. Hombres que ella queria. Lo hacia no por falta de dinero, sino por falta de compañia. De compañia masculina.

Todo hombre que se hospedo en sus habitaciones fue seducido por aquella patetica vieja protituta. A todos les ofrecio grandes sumas de dinero para llevarselos a la cama. Para que tocaran sus grandisimos senos, caidos arrugados. Otros mas osados, por dinero claro, fueron capaces de besar aquellos labios quebrados, esa boca llena de dientes negros de lo podridos que estaban. Eso si todos debian penetrarla, pues era asi como la ninfomana cenil encontraba la mayor satisfacción.

Un negro salido de la carcel de la Rotunda llegó a aquel pueblo huyendo nuevamente d ela justicia. Fue el lugar perfecto, un pueblo olvidado, y en la casa perfecto, la casa de la que nadie hablaba. Era alto, fornido, pero para Enza lo mejor era su inmensa dotación. La pusilanime vieja gozaba hasta mas no poder ser poseida por ese negro pedazo de vida. El negro en cambio soportaba todo por temor de volver a la carcel, ya como minimo sería fusilado. No se daba cuenta que en casa de Enza era un preso más, el reo de una mujer con tantas miserias, con tan poco que enseñar, una mujer agobiada, lejana, calculadora, necesitada, una mujer guiada por pasiones bajas nada acordes con su edad.

Un dia Eustaquio despertó con la firme intencion de seguir su camino. Enza lo supo. Ella tenia una intuicion sagaz para adivinar cuando sería abandonada por el amante de turno. Pero esta vez no lo iba a permitir. Comenzaron a hacer el amor, él con la intención de luego dejarla, ella con la tajante promesa hecha a si misma de matarlo. Eustaquio estaba cegado, tomo a Enza de forma brusca, la tiro a la cama, comenzo por llevar su boca hasta los pechos rajados, arrugados, resecos de la vieja. La besaba con placer como si besara a la Garbo. La penetro con fuerza y con fuerza era el compas del vaiven de la copulación, fue tanta la agresividad del negro que la revento por dentro. Ella tomo la pistola y le propino un tiro certero al corazon, al tiempo que quedó inconciente tendida en la cama.

Enza murio desangrada haciendo lo que tanto motivo su existir. Haciendo el amor. Los habitantes del pueblo al ver que pasaban los dias y no se sabia nada de ella optaron por entrar a la casa misteriosa. Dentro del cuarto de Enza vieron la escena más dantezca y cruda. Los cuerpos descompuestos, sangre hedionda por regada por toda la habitación. Ese dia entendieron que de fantasmas no se vive. Que se vive de la vida, de la dignidad, de la felicidad. Ese dia vieron lo que sus mentes les permitieron. Se enteraron de la historia de Enza, de su prostitución, de ese deseo por ser aceptada, se percataron de sus ganas de no ser rechazada. que cada uno lleva la vida que le toco vivir omo mejor puede. Pero que falta le hacia a Enza la aprobación de los demás. Murio vieja sin saber realmente lo que es vivir.

Nick Joel Araugamb